Los surfistas, en su realidad, no son un grupo muy técnico al momento de elegir su tabla. Tal vez la simplicidad de montar una ola hacia la costa en una embarcación que no requiere piezas móviles o asistencia mecánica fomenta una mentalidad que evita asiduamente el examen técnico de cualquier tipo. La mayoría de los surfistas optan por aceptar teorías de larga data y términos asociados sin lugar a dudas. 
Un estado de conciencia que podría explicar por qué hoy en día tantos surfistas, e incluso fabricantes de tablas de surf, describen las tablas que están haciendo y montando como «epoxicas», cuando, de hecho, estas tablas están construidas principalmente de espuma de poliestireno expandido, un material que afecta el rendimiento de la tabla mucho más significativamente que la resina utilizada para laminarla. Con esto en mente, las tablas de surf «epoxi» deberían llamarse con mayor precisión de «espuma».

La historia moderna de la construcción de tablas de surf comienza efectivamente con Gordon «Grubby» Clark, quien trabajando con el fabricante pionero «Hobie Alter» a finales de la década de 1950 liberó el deporte de la madera de balsa y los pomos al adaptar la espuma de poliuretano para su uso en la fabricación de espacios en blanco moldeados de tablas de surf. El poliuretano, inventado en la década de 1930 como una alternativa al nylon, en la década de 1950 se había modificado en espuma expandible, utilizada principalmente para el aislamiento y los interiores de automóviles, más específicamente para los tableros de instrumentos. Sin embargo, una característica que intrigó particularmente a Clark fue la composición de celda cerrada de la espuma. Lo que significa que cuando se aplasta o se rompe, un líquido solo llenaría el espacio dañado. En pocas palabras: si se daño, una tabla de surf hecha de espuma de poliuretano no absorbería el agua.

Gran ventaja sobre la balsa en forma de esponja, sin mencionar la reducción significativa de peso, con tablas en la década de 1960 que caían de las 40 libras anteriores a aproximadamente 25. Envueltos en múltiples capas de tela de fibra de vidrio de seis onzas, laminada con resina de poliéster, reforzadas por múltiples largueros de madera, estos longboards clásicos eran prácticamente a prueba de bombas, lo que podría explicar por qué tantos sobrevivieron para subir a la cuadra en subastas de tablas de surf vintage contemporáneas.

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Texto Fotos/Carlos Pacheco

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